Uf, me libré
¡Uf, me libré!: Es tu primer día de trabajo. Estás con ansiedad. Te asaltan dudas, temores, inseguridades. Puede que hasta haya un momento donde te planteas: “Ahora es un rollo ir. Si pudiera no iría”.
Pero claro, no te permites que estos pensamientos ganen terreno y estás decidida a ir. No puedes evitar y no vas a evitar. Primer paso vencido.
Vas a ir.
Vas con ansiedad. Te presentas, y la ansiedad sigue ahí, incluso va subiendo. Y si todo va bien, es decir, no hay cambios sustanciales en la tarea, poco a poco se estabiliza tu temor para lentamente ir bajando ese estado de alerta con el que entraste.
Y así, de nuevo con algo de ansiedad vuelves el segundo día. Básicamente lo que te hace ir es el dinero que cobrarás a final de mes por tu esfuerzo. Así que afrontas el reto.
Las molestias hoy son menores y estas, antes desaparecen. Y así repites durante toda la semana. Esta repetición hace que a final de semana, ya ni te acuerdes de la ansiedad del primer día. Ya es algo habitual, normal para ti. No hay peligro.
Igual ocurre si el temor es mayor y te comportas igual.
Imagina, por un momento, que el trabajo que tienes que realizar es a 100 metros de altura del suelo a cielo abierto.
Siéntete sobre una plataforma abierta o con el suelo de cristal. Con medidas de seguridad incluidas.
A una gran mayoría de personas trabajar en alturas viendo el suelo bajo tus pies despierta el “gusanillo”.
Un alto porcentaje evitaría esa situación porque el programa de ansiedad avisa de peligro y conservación. Así que a evitar las alturas.
¿Y si fuera necesario ir a este tipo de trabajo y hay suficiente grado de valentía como para ponerse a prueba?
A pesar de las medidas de seguridad, el programa de supervivencia a las alturas haría acto de presencia y diría, “eh, estoy aquí”. Y tú, aún así, vas.
¿Uf, me libré?
Notas las sensaciones, los sudores, los vértigos, el temblor. Pero te quedas y te quedas.
Crees que no vas a poder, que te vas a caer, que va a ser insufrible, que te saltará el corazón del pecho. Pero te quedas. No dices nada. No haces nada. Sólo te quedas.
Y sin darte cuenta, dentro de ese temor, llega un punto muy alto, muy alto donde una parte cesa.
Si, sigue el miedo, el temor, la inseguridad pero ya no sube. No sigue elevándose el miedo hasta el infinito y más allá. Se estabiliza.
Se para e incluso si lo gradúas en ese instante, te haces consciente de que desciende. Y te quedas, te quedas y desciende. Y desciende, aunque tu sigues allí arriba.
Lo lograste, te quedaste el tiempo suficiente para dejar que el parasimpático domine al simpático y comprobar que no te has muerto, que el temor pasó.
¡Enhorabuena! Te acomodaste, conseguiste comprobar que puedes desvanecer el programa del miedo.
“Uf, me libré”.
Y siguiendo con tu osadía, al día siguiente lo repites. Y lo pasas mal. Y lo superas.
Y así, día tras día hasta que pronto, te das cuenta que ya ni te acuerdas del miedo a las alturas. Realmente lo venciste, aprendiste esta nueva conducta.
Y así superas todos tus miedos, con valentía, con gallardía, con decisión, comprobando que lo que temes no ocurre y que el temor se desvanece y tú te acomodas a la nueva situación.
Eres alpinista.
Borraste el anterior condicionamiento. Borraste del disco duro ese programa de miedo y ahora ya no le pones gasolina. Ahora, eres más libre.
La ansiedad no mata. Tiene un punto máximo. Y este no es superior a 10 en la escala de 0 a 10.
El organismo se acostumbra, aprende, sobrevive. Se adapta.
¿Cómo jugar a favor con estas leyes?
Ya lo has hecho ciento de veces con otras conductas. Así, que: ¡Si puedes!
El conocimiento de las leyes te ayuda.
Como vimos en el articulo anterior La gasolina de los miedos, lo que alimenta los miedos es el alivio que sientes cuando evitas o escapas de situaciones potencialmente peligrosas, ese “uf, me libré”.
Es ese alivio el que le dice al ordenador central, ”buen trabajo, sigue así” y por el cual, esa conducta queda reforzada.
¿Reforzada?
Si, reforzada. Es decir, aumenta la probabilidad que la próxima vez en esa situación te comportes igual.
A partir de ahí, tu ordenador central, tu programación, la ley de refuerzo negativo va a hacer todo lo posible para que repitas ese programa.
Escapa o evita esa situación, que, en otra ocasión fue peligrosa.
Respuesta natural de la ansiedad.
Si dibujamos lo que ocurre una vez que entras en una situación de ansiedad quedaría así:
En pocos minutos o incluso segundos pasas de 0 a 7 en la escala de ansiedad.
Y enseguida te quieres ir. Si te vas, la ansiedad cae rápidamente, puedes volver a 0 en pocos minutos o segundos. Esta caída tan marcada, es el “uf, me libré”.
Este circuito de subida de ansiedad y bajada mediante una conducta que alivia es lo que llamamos técnicamente refuerzo negativo.
Todo refuerzo hace que te vuelvas a comportar igual. Así que este circuito queda grabado. Y así mantienes esa conducta aprendida. Te libra, te libra, te cuida.
Pero,
- ¿que pasa si esa conducta ya no te sirve?
- ¿que pasa si esa conducta por el contrario te limita?
- ¿que pasa si no puedes hacer ya lo que deseas?
- ¿que pasa si has de trabajar a 100 metros del suelo vista?
¿Cómo romper ese aprendizaje?
Naturalmente. Reprogramando el sistema.
Y para ello, como en todo buen sistema, con información sobre su funcionamiento.
El sistema autónomo, compuesto por el simpático y el parasimpático funciona como ya hablamos, de forma simultánea.
Si entras en programa ansiedad, se acciona el simpático.
Este simpático, por mucho que te parezca de forma subjetiva que nunca va a parar, que se va a desbordar, que llegará a 20-30-100 o hasta el infinito. No es así.
Llega hasta 10 y después se estabiliza, se mantiene y siempre baja, siempre baja, siempre baja. De forma natural, siempre baja porque has dado tiempo al parasimpático a que entre en marcha.
Sin ningún tipo de cambio, la situación, por si sola se normaliza. La ansiedad vuelve a bajar y el “uf me libré” pierde sentido.
Después de comprobar que la ansiedad funciona ella sola y de dar la oportunidad para comprobar que no pasa nada, todo se calma.
Ahora, si te libraste.
Has comprobado que no había nada de que preocuparse. No moriste en el intento. Es superable. No fue tan terrible.
Si te apetece, cuéntame en los comentarios, uno de los miedos que has superado.
Y por supuesto, comparte si te ha gustado.
Nos vemos en el siguiente capítulo.
En verdad, Mari Carmen, me veo bastante reflejado en esto que dices, especialmente en esa frase que tan grabada se me ha quedado: es precisamente ese alivio que experimentamos al evitar situaciones, lo que alimenta nuestros miedos.
Siento que me sé la teoría, la he asimilado, pero cuesta llevarlo a la práctica.
Por ponerte un ejemplo, cuando empecé a trabajar, los miedos a hacerlo mal y la ansiedad se me disparaban los primeros días, pero, pese a ello, seguí adelante porque es lo que sentía que debía hacer. Y, con el paso del tiempo, ese temor se fue aminorando.
La vida es una escuela y nos pone a prueba constantemente.
Muy buen artículo, como siempre. Gracias por compartirlo.
Hola Mari Carmen, agradecida por este gran artículo. Yo estoy haciendo grandes avances al miedo al dolor físico. Sufro una enfermedad en las caderas, cuya solución es el reemplazo total de éstas. Ya tengo una prótesis y a la espera de la segunda (y espero última). Mi vida desde 5 años atrás ha sido “crisis” diarias de dolores insifribles, que ni con morfina cesaban. Mi miedo mayor era no poder soportarlas. Ahora cuando llegan, la ansiedad prácticamente la controlo y como bien dices, no muero en ello, he aprendido a aceptar la situación, hacerme más fuerte al dolor y perder el miedo, hasta de perder mi vida ante tan indescriptible dolor. Gracias por tus artículos, me son de una grandísima ayuda. Un fuerte abrazo.
Yo estoy en ello, trabajando para eliminar mi miedo a las alturas y os puedo dar fe de que lo que explica Mari Carmen es cierto. Yo siempre evitaba hasta que ella me hizo afrontar diferentes situaciones. En la mayoría yo no tenia que hacer nada, sólo quedarme y esperar, esperar a que la ansiedad bajara, y os puedo asegurar que bajó. No fue fácil, mi cabeza y mi cuerpo me pedían huir, pensaba que me iba a pasar algo, pero a base de repeticiones, mi cerebro aceptó esas situaciones como normales y ya no me dan miedo. Fue como si el cerebro después de luchar para que yo evitara al final dijera, ..vaaaale!!!, se acepta!!! no pasa nada por estar en altura, me rindo!!!.
Si evitas el cerebro gana, si te quedas tu ganas i el cerebro se rinde.
Gracias Mari Carmen
Gracias a ti Montse. Un placer trabajar contigo. Muy buen trabajo. Felicitaciones.
Que buen articulo!!! En proceso de superación de miedos!!! Conocer el mecanismo de funcionamiento nos empodera y alivia al mismo tiempo…todo pasa es así de simple!!!
Gracias Romina. Estoy segura que lo has superado ya. Un abrazo.
Yo vencí el miedo de hablar. Me costaba tanto hablar. Daba vueltas y mil vueltas. No sabia cómo hacerlo. Hasta un día rompí esa cadena y me fui liberando y no paso nada del otro mundo cuando decidí hablar. Gracias cuanta verdad dices tu acá.
Que bueno, así los demás también se pueden enriquecer con lo que compartes. Seguro que aumentó tu confianza cuando venciste este miedo.
Hola MCarmen, entre otras cosas soy una persona con miedos, unos grandes y otros medianos, hace un tiempo le gane la partida al miedo al agua a estar rodeada, dentro, sumergida… Realmente es maravillosa la sensación de saber que voy a bucear y no va a pasar nada, que he superado el miedo que soy capaz…
Tienes razón no me pasó, pasa ni pasará, estoy viva y deseando superar más miedos.
Gracias.
Que bueno María que te libraste de ese miedo. Gracias por compartir tu satisfacción por vencerlo y disfrutar del buceo. Y lo mejor: comprobaste que lo que temías no pasa. Así que a por los siguientes. Un abrazo